El pepino o carajo de mar: más valioso que el hachís
Economía azul, contrabando, gastronomía y sostenibilidad en un solo animal
No es de aspecto especialmente atractivo y, por más vueltas que le he dado, no me recuerda al pepino, en absoluto. Pero aunque no me lo parezca y su aspecto ( forma blanda y alargada) no enamore a primera vista, el pepino de mar —también conocido como holoturia o espardenya en Cataluña y carajo de mar en mi Sur natal — está revolucionando discretamente el mundo de la economía azul.
¿Sabes que su precio seco puede superar al del hachís en el mercado negro? ¿O que en Asia se considera un superalimento con propiedades afrodisíacas?
Este animal marino, un equinodermo, lejano pariente de las estrellas de mar, podría ser clave en modelos de acuicultura regenerativa y sostenibilidad costera.
Pepino, esparnenya, carajo de mar
Aunque se llame así, no es un vegetal: pertenece a la clase Holothuroidea, un grupo de equinodermos bentónicos. De cuerpo blando, cilíndrico y algo rugoso vive en los fondos marinos, donde actúa como un limpiador natural del ecosistema, reciclando sedimentos y materia orgánica. Es la auténtica Dyson del fondo marino.
Estos organismos son esenciales para el equilibrio del ecosistema bentónico: al alimentarse de detritos, limpian los fondos marinos y mejoran la calidad del agua
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Un manjar muy codiciado
En la alta gastronomía asiática, especialmente en China, Japón y Corea, el pepino de mar se consume fresco, seco (bêche-de-mer), cocido, crudo, encurtido y fresco.
De textura resbaladiza y sabor suave, suele combinarse con otros ingredientes para realzar su sabor, como carnes, mariscos y especias. Es común encontrarlo en sopas, guisos y salteados1.
Se le atribuyen beneficios para la salud, desde fortalecer el sistema inmune hasta aumentar la vitalidad.
En Cataluña, bajo el nombre de espardenya, es un producto gourmet, habitual en los menús de chefs como Ferran Adrià o Carme Ruscalleda.
¿Se cultiva?
Sí. Se han logrado avances importantes en su cultivo en cautividad, aunque requiere condiciones técnicas exigentes, pudiendo ser cultivados en jaulas marinas o estanques en tierra. Su ciclo de cultivo oscila entre los 12 a 18 meses.
En España, centros como el IFAPA de Cádiz, el IEO o la Universidad de Cádiz están liderando investigaciones dentro de sistemas multitróficos integrados (IMTA).
En México y Galápagos, también se han desarrollado estrategias exitosas de repoblación y restauración con liberación de juveniles cultivados en laboratorio.
Mercado, contrabando y valor
El mercado asiático paga cifras astronómicas por algunas especies, como Apostichopus japonicus, que puede alcanzar más de 2.000 €/kg seco. Esta situación ha fomentado el contrabando en zonas como Cádiz, donde incluso ha desplazado al hachís por su mayor rentabilidad y menor riesgo penal.
Existen reportes de redes de pesca ilegal que operan con discreción, alimentadas por una demanda internacional creciente.
Una oportunidad para la economía azul
El pepino de mar representa una gran oportunidad para la acuicultura sostenible y regenerativa, ya que:
Tiene alto valor en el mercado internacional
Reduce el impacto ambiental al reciclar materia orgánica
Puede integrarse en sistemas multitróficos (MTA)
Regenera los fondos marinos
Además, investigaciones en Canadá y otros países han demostrado que pueden utilizarse para controlar el biofouling en jaulas de acuicultura, reduciendo costes y uso de químicos.
El pepino de mar es mucho más que un habitante discreto de los fondos oceánicos: es un verdadero tesoro escondido que combina valor ecológico, potencial económico y una historia fascinante de sostenibilidad y desafío. Su cultivo y gestión responsable no solo pueden regenerar ecosistemas marinos y generar ingresos sostenibles, sino que también abren la puerta a una nueva era en la bioeconomía azul, donde la innovación y el respeto por la naturaleza van de la mano.